rajoy misil
A veces no recuerdo dónde he aparcado el coche. Especialmente cuando salgo de mis rutinas y debo localizar un espacio alternativo. En general, funciono fatal cuando me sacan de mi zona de confort y de mis horarios preestablecidos. En esos casos me siento desconcertado durante unos segundos hasta que recuerdo, por ejemplo, dónde he dejado mi vehículo. En alguna ocasión he llegado a pensar que me lo habían robado. Pues bien, así me siento ahora con el proceso de independencia: más perdido que Belén Esteban en un concierto de música barroca. Miro las llaves, sé que tengo el coche en algún sitio, juraría que lo había aparcado en el lugar en el que ahora estoy plantado como un imbécil, pero lo único que veo es un Patrol de la Guardia Civil.
Yo no soy analista político, ni tertuliano, ni periodista, ni siquiera soy lo suficientemente inteligente como para saber qué es lo que ha sucedido en estas últimas semanas. Seguramente lo que vas a leer a continuación es una colección de tonterías, banalidades y reflexiones low cost pero, al fin y al cabo, este blog es gratis y puedes abandonar la lectura inmediatamente con el único coste en tu vida de saber que a veces me olvido de dónde he aparcado el coche. Tengo una sensación que debo exteriorizar y esa sensación es que estamos donde estamos porque no tenemos un misil balístico que apunte directamente al culo de Rajoy. No te asustes, CNI. Me explico.
He tenido la inmensa suerte de vivir rodeado por una mayoría de catalanes que son educados, cultos y vocacionalmente pacíficos y pacifistas. En Catalunya se han organizado manifestaciones masivas en contra de la guerra y a favor de la llegada de inmigrantes. No es una opinión. Es un hecho. Sé que quizás estás leyendo este texto desde algún lugar de España y te están subiendo las pulsaciones, sientes un sudor frío y la palabra catalufo empieza a buscar conexiones neuronales para salir de tu teclado con la misma energía que el Cid Campeador cargado de anfetas. Llevas años consumiendo los informativos españoles y te habrán dicho que aquí somos nazis, norcoreanos, adoctrinadores, que nos comemos a los niños con crema catalana y que hundimos el Titanic a través de diades castelleres. No me voy a detener demasiado en explicarte que te han engañado y que los únicos incidentes violentos que se han visto en estos años de reivindicaciones independentistas en las calles de Catalunya los han protagonizado señores con el uniforme de la Guardia Civil, de la Policía Nacional e hiperventilados con la bandera de España. Esto es así, te pongas como te pongas y estoy en ese punto en el que me da igual si te lo crees o no.
Vuelvo al tema del misil balístico en el culo de Rajoy. Catalunya no tiene ejército. Tenemos cartulinas de colores, webs en las que nos apuntamos a manifestaciones, canciones como L’Estaca, lucecitas de teléfono móvil para crear pistas de aterrizaje en medio de Barcelona con la esperanza de que la libertad total y completa se decida a tomar tierra... Podríamos decir que los independentistas somos la hostia organizando performances. Estoy por decirle al Cirque du Soleil que se busque nuevos retos porque jamás nos superará en las movidas que montamos. Tenemos también redes sociales. A tuits indignados no nos gana nadie. Y una sociedad civil magnífica, con una conciencia de lo colectivo que no se da en ningún otro lugar de Europa. Pero no podemos dar hostias. O, mejor dicho, no queremos dar hostias. No forma parte de nuestra idea de país. Llenar de pegatinas unos Patrol de la Guardia Civil… hombre… tampoco es la Revolución francesa por mucho que para la caverna mediática y la injusticia española haya sido algo próximo al Armageddon. Pues no. No tenemos ningún misil balístico apuntando al culo de Rajoy para poder negociar. Ni lo queremos.
Por otro lado, se ha comprobado que hay sectores en España que son muy valientes cuando se trata de atacar a la población civil desarmada pero que su españolinina se diluye cuando delante hay un gran ejército. No hay más que dar un vistazo a los libros de Historia. Desde los puertos catalanes hay unas pocas horas de travesía hasta Gibraltar. ¿Por qué los que ejercieron violencia el 1 de octubre contra todo tipo de personas pacíficas y desarmadas no demuestran su espíritu patriótico contra los de la Union Jack? Go for them!!! A por ellos.
En resumen, ¿qué no tenemos los catalanes? La posibilidad de ejercer violencia. Porque es eso lo que produce la indiferencia de Europa. El viejo continente es una comunidad de vecinos que le pide a la mujer maltratada que no grite, que no haga ruido cuando el marido cabrón le deja la cara con un mapa. Lo hizo con la Guerra de los Balcanes, lo ha hecho con los refugiados y lo seguirá haciendo mientras no pierda algo, mientras no sienta que sus crepes franceses, sus frankfurts alemanes o sus pizzas italianas estén en peligro.
¿Qué tenemos los independentistas? Épica, ética y estética. La épica de las causas difíciles, la ética de que lo que consigamos será dentro de un marco pacífico o no será y la estética de nuestras movilizaciones. ¡Demagogo! ¡El otro día cortasteis carreteras y mi hija llegó tarde a clase de piano! Lo siento. Pero si me estás dando por ese lugar que no quiero nombrar, tampoco te quejes por ofrecerte la espalda. Además fue un solo día. Con la Eurovisión no os quejáis tanto y es cada año.
En resumen, creo que nuestra principal arma es la pesadez. Debemos ser insistentes, cabezotas, tozudos... Debemos ser la piedra en el zapato, el grano en el culo, unas vacaciones sin más compañía que un viejo cassette de pasodobles... Debemos ser el cuñado paliza y cansino que te invita cada año a una barbacoa con sus amigotes sabiendo que eres vegetariano... Es cuestión de tiempo, de paciencia, de épica, de ética y de estética. Por cierto, ¿alguien ha visto un coche aparcado sin un conductor como yo?