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03 Nov 2017 08:48 PM PDT
La nave capitana de la flota española abre
fuego portada tras portada contra el navío fantasma del Puigdemont errante. La
de hoy trae tres andanadas que apuntan a la línea de flotación del
independentismo. Helas aquí:
Andanada propagandística El paro
crece el doble en Cataluña que en toda España. Ya está aquí la ruina, propiciada
por estos sediciosos que, desde la cárcel por fin no podrán (d.g.) embelesar a
las buenas gentes catalanas, esas del seny que de las piedras sacan
panes. Bien poco gusta a estos honrados ciudadanos verse abocados al doble de
paro en su tierra que en "toda España". Tranquilas. Es una tasa de variación
que, asegura ominoso el diario españolísimo, de consolidarse en el futuro,
llevaría a Cataluña a..., quién sabe, quizá la situación de Andalucía. Porque,
según la Encuesta
de Población Activa de las CCAA,, las últimas tasas de paro en 2016 fueron
de 28,3% en Andalucía y 14,9% en Cataluña, más o menos como en Madrid (14,6%). Y
no nos pongamos tiquismiquis y preguntemos por el tipo de empleo de las
respectivas poblaciones activas empleadas, esto es, el porcentaje de personal en
la administracion y sector público en general en proporción al total de
población activa empleada. Así que, por mucho que esa tendencia al alza de la
coyuntura se consolide en el futuro, harán falta decenios para que se equilibre
el abismo de los 14 puntos de diferencia entre Andalucía y Cataluña. Pero no
importa, el diario independiente a quien tanto molesta la independencia podrá
seguir bombeando miedo.
Andanada judicial. El
nacionalismo español, ese que "ha reaccionado" sacando banderas a los balcones a
toque de silbato y energúmenos por las calles agrediendo a la gente bajo sus
colores, bate palmas de alegría con la velocidad de actuación de la jueza
Lamela. El País está exultante. Sigue creyendo que el hiperactivismo
político de la jueza es la voz majestuosa de la justicia ante la cual comparecen
¡por fin! los responsables de delitos gravísimos. Ese es el espíritu e,
invadida por él, la jueza ha cursado la euroorden para que, doquiera se
encuentre el presidente Puigdemont, se le dé preso hasta tanto sea entregado a
España. El espíritu que transpiran estas actuaciones judiciales, de consuno con
la febril actividad de la fiscalía, adornada de cierta capacidad fabuladora y
que no oculta su finalidad de persecución ideológica, reflejan un deplorable
cuadro de la independencia del poder judicial en España. No será difícil a la
defensa de Puigdemont salvarlo de la entrega a España, según antiguos ejemplos
de otros presidentes perseguidos. Otra cosa es el asilo político porque
seguramente comportará algún tipo de restricción legal de su actividad política.
Recuérdese cómo, tras conceder las autoridades belgas residencia a Marx en 1845,
tres años después lo devolvieron a Francia, acusado de la tremolina del 48.
Andanada bufa. Para lo que ha
quedado Felipe González. Ignoro qué entenderá el expresidente por vodevil,
aunque lo que parece de vodevil es el hecho de invocarlo. Lo sublime es la
acusación de cobardía a un hombre que está jugándose prácticamente una cadena
perpetua por una convicción y un ideal, si bien al sevillano, lo de las
convicciones e ideales le parecen gatos. Y si yo me hubiera tirado al suelo,
según se me ordenó un 23 de febrero de 1981 y refugiado debajo del pupitre,
esperaría comprensión y empatía de mis coetáneos y yo la mostraría a mi vez en
otros casos en lugar de acusar a nadie de cobarde. Por eso digo que lo del
vodevil no encaja.
Porque la conducta de Puigdemont podrá ser
estrafalaria, idealista, delirante, audaz, desmesurada, lo que se quiera. Pero
no es cobarde. Al contrario, con pleno acuerdo de sus colegas del govern
y (supongo) la presidencia del Parlament y los movimientos sociales, ninguno de
los cuales es o ha sido sospechoso de cobardía alguna, le ha correspondido la
función de representar la República Catalana, la máxima responsabilidad política
que llevará aparejada, si su proyecto no se realiza, la máxima responsabilidad
penal.
Fuera de guión. Las elecciones.
Puigdemont declara estar dispuesto a encabezar una candidatutara indepe
unitaria. Aquí hay cuestión previa: si los indepes irán en bloque o en
candidaturas separadas. Merece la pena considerarlo. Leo en El Plural que
Junqueras
rechaza ir en bloque. Doy mi opinión con toda modestia. La unidad es el
activo mayor del independentismo. El mayor. Un sentido de la estrategia
recomendaría aumentarla -invitando a la CUP a incorporarse- en lugar de
fracturarla. En las elecciones catalanas, el sistema de reparto es d'Hondt, que
penaliza a los pequeños. Es poco, pero es cuatro pocos, uno en cada provincia en
una situación que se prevé ajustada. Además, si la idea de ir por libres es
aquilatar el apoyo electoral de cada cual, no despreciaría la fuerza de
atracción simbólica de los dirigentes encarcelados y del presidente en el
exilio. Por último, una campaña electoral con opciones distintas que
inevitablemente chocarán porque compiten, debilitará esa unidad y hasta puede
hacer difícil la convivencia de los presos.
Si no he entendido mal, el gobierno ha afirmado
que a las elecciones podrán presentarse todos los partidos y que todos pueden
ser candidatos mientras no estén judicialmente inhabilitados para el ejercicio
del sufragio. La atención de Europa estará disimuladamente concentrada en las
elecciones catalanas y aunque el gobierno que las organiza es ducho en todo tipo
de trampas e ilegalidades, no parece que pueda recurrir a ellas. Otra cosa será
si la oposición no consigue impedir que se encargue del recuento a Indra, esa
empresa que aparece en los papeles de la Gürtel.
Estas elecciones, convocadas en contra del
parecer del unionismo español más acendrado, serán el episodio del nudo Gordiano
en el proceso. Desde el momento en que escuché a Puigdemont lo de la transición
de la ley a la ley, supe que estaba repitiendo la ficción jurídica que
posibilitó la transición española: de la legalidad a la legalidad y, de paso,
cambio la legitimidad. Este es el momento en que la ficción jurídica, convertida
en un verdadero galimatías, se resolverá al gordiano modo: zanjando la cuestión
con una consulta democrática. Da igual cómo quiera llamarla La Moncloa, si
elecciones autonómicas o regionales. Es un referéndum, una decisión dicotómica:
independencia sí o no.
Es la solución que todo el mundo pedía pero el
triunvirato español negaba hasta que ha sido preciso llevarlo hasta ella tirando
del ronzal. Y, como digo, con ella se aclarará el guirigay jurídico. Pongo un
minúsculo ejemplo: ¿cuál es el estatus de la República Catalana? ¿Y el de su
presidente? Las destituciones que anunció el presidente eran de cargos que ya no
estaban ocupados. El presidente de la Comunidad Autónoma catalana había dejado
de existir, trasmutándose en el de la neonata (y según muchos, nonata)
Reepública Catalana. Con algo de guasa diríamos que en Bruselas habitan dos
Puigdemonts, según a qué legalidad de las dos en pugna nos refiramos: el
Puigdemont presidente autonómico destituido y puesto en busca y captura o el
Puigdemont presidente de la República Catalana en el exilio. Puede parecer
extraño, pero no lo es tanto. Si, como previsible, las elecciones dan una
mayoría absoluta indepe, algunos dirán que la República ha sido confirmada y,
por lo tanto, las decisiones adoptadas en el vecino reino de España no son de
aplicación en Catalunya. Por ejemplo, un estiramiento del 155.
Todo está hoy en función del 21D.
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04 noviembre 2017
PALINURO 04/11/17
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