11 abril 2010

MI VIDA EN UN BLOGG


Un cuento hindu sacado de mi biblioteca digital de autor anonimo



Había en un pueblo de la India un hombre de gran santidad. A los aldeanos les parecía una
persona notable a la vez que extravagante. La verdad es que ese hombre les llamaba la
atención al mismo tiempo que los confundía. El caso es que le pidieron que les predicase. El
hombre, que siempre estaba en disponibilidad para los demás, no dudó en aceptar. El día
señalado para la prédica, no obstante, tuvo la intuición de que la actitud de los asistentes no
era sincera y de que debían recibir una lección. Llegó el momento de la charla y todos los
aldeanos se dispusieron a escuchar al hombre santo confiados en pasar un buen rato a su
costa. El maestro se presentó ante ellos. Tras una breve pausa de silencio, preguntó:
-Amigos, ¿sabéis de qué voy a hablaros?
-No -contestaron.
-En ese caso -dijo-, no voy a decirles nada. Son tan ignorantes que de nada podría hablarles
que mereciera la pena. En tanto no sepan de qué voy a hablarles, no les dirigiré la palabra.
Los asistentes, desorientados, se fueron a sus casas. Se reunieron al día siguiente y decidieron
reclamar nuevamente las palabras del santo.
El hombre no dudó en acudir hasta ellos y les preguntó:
-¿Sabéis de qué voy a hablaros?
-Sí, lo sabemos -repusieron los aldeanos.
-Siendo así -dijo el santo-, no tengo nada que deciros, porque ya lo sabéis. Que paséis una
buena noche, amigos.
Los aldeanos se sintieron burlados y experimentaron mucha indignación.
No se dieron por vencidos, desde luego, y convocaron de nuevo al hombre santo. El santo
miró a los asistentes en silencio y calma. Después, preguntó:
-¿Sabéis, amigos, de qué voy a hablaros?
No queriendo dejarse atrapar de nuevo, los aldeanos ya habían convenido la respuesta:
-Algunos lo sabemos y otros no.
Y el hombre santo dijo:
-En tal caso, que los que saben transmitan su conocimiento a los que no saben.
Dicho esto, el hombre santo se marchó de nuevo al bosque.

*El Maestro dice:
Sin acritud, pero con firmeza, el ser humano debe velar por sí mismo